Habemus muela

Mi madre, que tiene una chispa que no veas, siempre dice que yo fui «retrasada dental».

Razón no le falta, la verdad. No sé los primeros dientes cuándo me salieron, pero hasta donde se remonta mi memoria el historial es éste:

  • Se me cayó el primer diente de leche con siete años, comiéndome un bocata de chorizo mientras veía Heidi. Hasta aquí, todo normal.
  • Las muelas de los 6 años me salieron a los 12, previa amenaza del dentista («como no te salgan este verano, las sacamos con el bisturí»; pues salieron, salieron…).
  • Con 14 años todavía tenía los colmillos y las muelas de leche, con lo que la ortodoncista decidió quitarlos de en medio para ver si así los definitivos se animaban a salir, pero los muy puñeteros tardaron un buen rato. En el instituto me llamaban «abuela» y «rapeira desdentada»; fue una época encantadora.
  • Cuando era pequeña pensaba que las muelas del juicio se llamaban así porque te salían el día del Juicio Final… y en mi caso, no iba desencaminada. El dentista observó que se estaba formando el germen dentro de mis encías una vez que se le dio por hacerme una radiografía para ver cómo iba la cosa; cuando le dije que tenía 24 años no daba crédito. Me las extirparon sin darles tiempo a asomar siquiera, pues venían con toda la intención de arruinar cinco largos años de correctores dentales. Para eso hubo que esperar a que estuvieran formadas del todo… esto fue cuatro años después.

Pues todo apunta a que L ha heredado de mí esta cualidad. Nos pasamos los primeros meses de su vida especulando sobre cuándo le saldría el primer diente; todo era culpa del primer diente: si se chupaba el dedo era porque le iba a salir el diente, si se le irritaba el culo era porque le iba a salir el diente, si se despertaba por la noche era porque le iba a salir el diente… El dichoso primer diente le salió ya bien entrado el 8º mes, y si me descuido casi ni nos enteramos. «¿Y esto es todo?», pensé yo, que después de leer historias terribles de bebés con fiebres estratosféricas, culos al rojo y litros de babas estaba preparada para lo peor…

L cumple el año y medio dentro de una semana, y hasta ahora el recuento se limita a seis dientes: cuatro arriba y dos abajo. Todos le salieron con la misma tranquilidad y sin mayores complicaciones. En las últimas dos revisiones pediátricas, el médico ya nos dijo al explorarle la boca que las primeras muelas estaban ahí, listas para romper la encía y salir. Me lo creí porque él le mira a la luz y le da con un palito (pese a la feroz resistencia de L); yo, por mucho que lo intente, no consigo ver nada… no me deja mirar, ni siquiera logro convencerla para que abra la boca. La segunda vez que el pediatra nos avisó de la inminente salida de las muelas (este lunes), decidí que no me iba a preocupar del tema, que si llevaban ahí un mes en la línea de salida pues ya saldrían cuando reuniesen el valor, y punto.

La cosa sucedió ayer, después de unos cuantos días terribles de montones de babas (algo excepcional, porque L siempre se ha babado muy muy poco) y proliferación de granitos en la barbilla, de no querer comer, de sufrir un poco de diarrea (supongo que por las babas) con la consiguiente irritación de culo, de querer morderlo todo, de pedir teta a todas horas y de manifestar mamitis aguditis constante. Ay amiga, es que las muelas ya son palabras mayores… Pues estaba yo intentando terminar mi comida mientras a miña pobriña daba vueltas en torno a mi silla gimiendo como alma en pena, cuando de repente sube el tono y al mirarla veo que tiene un poco de sangre alrededor de la boca. ¡Vaya susto! Lo primero que pensé fue que había mordido algo sin yo darme cuenta y se había hecho daño… pero observando más detenidamente vi que también tenía sangre en el dedo gordo de la mano derecha, y que cuando abría la boca se vislumbraba un pedacito carnoso colgando en el lado superior izquierdo. Seguramente ella misma se abrió la encía rascándose con el dedo; debía molestarle mucho.

Pues chica, santo remedio. Cenó fenomenal, durmió como un tronco (tratándose de L, claro… noche del tirón de momento no sabemos lo que es), hoy ha desayunado también muy bien y está mucho más tranquila. Cuando se ríe puedo ver las puntitas de la muela asomando.

Estoy muy contenta porque a ella ya no le gusta la comida en puré, pero hay ciertas cosas (como las carnes, las frutas más duritas…) que no puede comer en trozos porque no es capaz de masticarlas bien y se le hacen bola o le quedan en cachitos que le resultan desagradables para tragar. Yo estaba deseando que le empezaran a salir las muelas para poder ampliarle un poco más el menú. Dentro de nada… ¡bocatas, filetes, manzanas a bocaos!

Bueno, dentro de nada… a ver cuántos meses tarda en completar el primer juego de muelas…