Espasmos del sollozo: ¡vaya susto!

Hemos empezado las vacaciones en Galicia por todo lo alto: con visita a urgencias y una angustia mortal en el cuerpo, debido a un golpe que se llevó L en la cabeza.

Anoche, a eso de las 9, estaba jugando con su primo A al escondite. Él estaba metido en el parque, en el salón, y L salía al pasillo y al cabo de un ratito venía corriendo y alborotando, y A se moría de risa. Yo estaba sentada en el sofá, y mi hermana también andaba por allí. De vez en cuando L daba la vuelta a la mesita y venía a tirarse encima de mis piernas. En una de éstas, dio el giro demasiado rápido, tropezó consigo misma y se cayó, con tan mala suerte que se dio con el canto de la mesita en toda la cara. Afortunadamente, todo el borde está forrado con un protector infantil especial, que os recomiendo encarecidamente que tengáis en casa por si vuestros hijos tienen caídas similares (que las tendrán).

La mesita asesinaLa mesita asesina

Enseguida me levanté a cogerla. Yo pensaba que se había dado en la boca, pero mientras la consolaba le miré y no le vi nada, ni en la boca ni en ningún otro sitio. Ella estaba llorando mucho y empezaba a ponerse roja, y yo ya tenía en mente darle un poco de teta, que es el mejor consuelo cuando se pega un porrazo. Mientras tanto vino papá zombi, que estaba leyendo en la habitación de al lado, un poco alarmado porque decía que el golpe había sonado muy fuerte (yo no me di cuenta de eso, a mí en principio no me pareció grave…). Y ahí estábamos los dos sentados en el sofá tranquilizando a L e intentando ver en su cara algún signo que nos diera una pista de dónde se había dado exactamente… cuando de repente palidece, entrecierra los ojos, la cabeza le cae hacia un lado y se queda inerte.

A papá zombi y a mí casi nos da un infarto, por no hablar de mi hermana, que vio toda la escena desde el otro lado de la habitación. Mi primera reacción fue cogerla por debajo de los brazos y levantarla en el aire por encima de mí, para verle la cara (porque tenía la cabeza colgando hacia delante). Estaba como dormida. La llamé por su nombre, ella soltó un ronquido, levantó la cabeza y abrió los ojos.

Todo esto sucedió en muy pocos segundos y nosotros nos pusimos muy nerviosos, por lo que después nos costó mucho esfuerzo describírselo exactamente al médico de urgencias. Ni qué decir tiene que estábamos muy asustados, lo cual no contribuyó a que L dejara de llorar cuando volvió en sí… Empezó a ponérsele un poco roja la zona exterior de la ceja derecha, por lo que dedujimos que se había dado ahí (un sitio chungo y muy doloroso, vaya). Le pusimos un poco de arnica (bendito invento), nos vestimos a toda leche y al hospital.

Por el camino fuimos hablándole y cantándole todo el tiempo. Ella se quedaba dormida en la silla, pero no nos pareció nada raro porque siempre se duerme en el coche, y además ya era su hora de acostarse y tenía sueño, y más después del disgusto. Estaba un poco flojita, como cansada, pero la veíamos normal, hablaba y reaccionaba como siempre a los estímulos familiares, así que cuando llegamos yo estaba bastante más tranquila; pero igualmente queríamos que un pediatra le echara un vistazo. No voy a entrar a valorar cómo nos atendieron, porque como casi siempre pienso que podrían haber tenido un poco más de tacto con unos padres preocupados y habernos explicado mejor todo lo que iban haciendo durante el reconocimiento (y no tirarse dos horas auscultándola y luego desaparecer sin decir ni mu, dejándonos allí muertos de miedo pensando que algo iba mal, cuando sólo iba a por una colega para preguntarle si creía necesario hacerle una radiografía); pero bueno, lo positivo es que salimos rápido y con la certeza de que no había sido nada.

La cuestión principal, el motivo por el cual escribo esta entrada esperando que le sea útil a otras mamás que puedan llegar a encontrarse en esta situación tan horrible (no se lo deseo a nadie), es que la reacción que tuvo L, ese desvanecimiento momentáneo, no es una cosa tan extraña como pueda parecer. Desde muy pequeñita, a veces coge berrinches muy fuertes en los que durante un par de segundos se queda sin respiración y se pone morada, después agita muy rápido brazos y piernas un momentito (como si luchara por tomar aire), y finalmente recupera el aliento y continúa llorando pero más calmada. Afortunadamente no le sucede muy a menudo, y ha sido siempre (que yo recuerde) después de darse un buen golpe con el consiguiente susto (suyo y mío). En su día leí alguna cosa al respecto que me tranquilizó bastante y me preparó para afrontar estos episodios. Ya en el coche iba dándole vueltas a la posibilidad de que tuviese alguna relación (mi cerebro no está zombi las 24 horas del día, por suerte), y cuando la pediatra tomaba nota del incidente le comenté esto por encima y enseguida dijo «ah, tiene espasmos del sollozo«.

Pues sí… yo no recordaba que tuviera un nombre, pero lo tiene: espasmos del sollozo. Al llegar a casa volví a buscar información sobre el tema y me encontré con que existen dos tipos: el cianótico (que es el cuadro más leve y el que a mí me resulta familiar) y el pálido. Éste último fue el que sufrió L anoche, así que la conclusión es que no perdió el conocimiento a causa del tortazo, sino por esa reacción involuntaria que tiene frente al dolor y el estrés. Ya estaba cansada de todo el día (parece ser que la hora influye), y además estaba tan feliz y confiada jugando… y el golpe fue en un sitio tan malo… que fue un shock para ella.

Evidentemente, estaremos observándola muy de cerca estos días por si hubiera algo más. Mañana lunes nos dan las placas y el informe del radiólogo, pero con toda seguridad la cosa ha quedado en un susto. Un susto muy gordo… Ojalá no vuelva a tener un espasmo pálido de éstos nunca más… ha sido uno de los peores momentos de nuestras vidas.